EL DÍA EN QUE MI TATA SE FUE...
Hoy murió mi tata. Fue extraño. De primera se podría pensar que el abuelo es más bien lejano, pero en mi caso no. Se llamaba José Luis. Pepelucho para los amigos, "Tata" o "pelao" para mí...
Siempre estuvo cerca mío. De hecho vivimos juntos hasta que yo me puse a trabajar en Santiago. Siempre se lavantaba temprano y después del sagrado desayuno en cama servido religiosamente por mi mami (-mi abuela-) me iba a dejar de la mano al colegio. "Tenís que mirar pa' arriba y pa' abajo cuando crucís la calle", refunfuñaba siempre...
Hoy me levanté temprano. Como diez para las seis más o menos. Tenía que estar a las nueve en el canal porque íbamos a celebrar a Pedro, nuestro nuevo director. Tenía sueño e hice lo mismo de siempre. Pasé a la pieza de los tatas a despedirme y le dí un beso en la pelada. No me imaginé que no lo iba a ver despierto otra vez. Ni siquiera se dio cuenta...
Hace un poco más de diez años el pelao se enfermó. Yo estaba solo en la casa y él se despidió para irse a una reunión de apoderados. "Chao compare", así me dijo toda mi vida -cuando estuvo sano- y a veces la última década, mientras estuvo enfermo. Un accidente vascular lo tuvo en coma cerca de un mes y, a pesar de haber sido yo el último que lo vio sano, fui el que más se asustó cuando volvió a la casa. Estaba flaco, ultra flaco y se le había olvidado hablar...
Hoy se levantó como siempre. Su rutina no era muy variable. A la hora de almuerzo bajó a comer mientras leía el mismo diario de todos los días. Mi mami le sirvió su plato de sopa y él le dijo que subiría al segundo piso a cambiarse la camisa. Le dio un beso a su esposa de toda la vida y subió. La camisa estaba empapada en transpiración y nunca volvió a bajar...
Estábamos enojados. Hace un mes peleó fuerte con su hija del medio. Mi mamá. Hubo zamarreo y mi vieja quedó shockeada. Me dijo que le había recordado tiempos pasados. Porque el peleo era chucheta. Enojón. Y se alteraba muy fácil. Quizá, -bueno, de hecho- por eso mi beso de despedida de hoy fue más bien frío...
Se fue en silencio. Se demoró en bajar y la sopa ya estaba fría. Cuando mi abuela subió él estaba acostado en su cama. La de ella. Y eso nunca lo hacía. Dormían separados hace años. Porque parece que cuando los años de matrimonio son demasiados, más que amantes los viejos se vuelven en compañeros. Estaba frío. Muerto. No se alcanzó a cambiar de camisa.
Todavía no lloro. Yo pensé que lo iba a hacer porque siempre le he temido a la muerte. No a la mía, sino a la de los míos. Mi mamá me avisó por teléfono y volví a Valpo altiro. Me acordé que hace diez años me impactó demasiado verlo tan flaco y sin conocerme. Pero, paradójicamente, la muerte fue mucho menos fea que aquella vez.
Fue su forma de disculparse. Así le pidió perdón a su mujer. Porque puta que fue complicado. Pero se fue sin decir ni pío. Sin caerse. Sin asustarla. Sin asustarnos. Solo. Piola...
Fue la mejor reconciliación. Fue tranquilo. Sereno. Hasta bonito...
Ahora termino de escribir rápido porque van a ser las doce. El pelao está en el cielo. Seguro debe estar llorando. Porque siempre lloraba hasta con las teleseries. Pero sé que está contento. Porque se alcanzó a disculpar. Se despidió a su forma y nos dejó a todos tranquilos...
Donde quiera que estés te doy las gracias. Por haberme criado pese a ser llevado a tu idea. Pero así te quise y hoy así te recuerdo...
Ya son las doce y yo quería plasmar el día en que mi tata se fue...